cafés y tostados mixtos – interior del tradicional Café Tortoni en Buenos Aires
(imágenes: Creative Commons)
Es el único huequito para verse. Los lunes y miércoles, Sonia va al gimnasio, los martes, Vanina tiene el curso de danzas brasileñas y el viernes ya es más complicado por los novios o maridos. Así que el cafecito quedó para el jueves a las 18:30, en la confitería de la esquina de la oficina.
¡Qué triste sería no tener ese encuentro semanal, para charlar con amigas! Es un placer sentarse a conversar con un café de por medio, ponerse a día, “chusmear”, hablar de cosas que por teléfono no tienen gracia y de paso, observar a la gente de las otras mesas.
El público de los cafés varía un poco según la hora. A la mañana se ve más gente sola que desayuna y lee el diario y a la tarde hay más grupos de amigos.
Hay muchísimos cafés, cafeterías, bares o confiterías para elegir en la mayoría de las grandes ciudades. Lugares tranquilos, con o sin música, o ruidosos, tradicionales o más modernos.
Muchos entran a un café y buscan una mesa como si fueran a decidirse por una vivienda. Algunas personas prefieren un lugar al lado de la ventana para tener una vista a la calle y otras prefieren que no haya gente mirándolos a través del vidrio y buscan una mesa en el interior. Para pedir, hay café, café con leche, café cortado, capuchino, café doble y toda la nueva variedad de los llamados “café gourmets”. Cuando uno está listo para pedir algo llama al mozo o la moza. El gesto más usual es levantar un brazo o la mano para llamar la atención.
¿Cuánto tiempo se queda la gente en el café? Depende de cada uno. Están los que se quedan una hora con un café chico ( aunque los mozos miren con cara de pocos amigos ). Y hay gente que toma dos o tres cafés en un lapso quizás de hasta dos horas. Por último, luego de pagar la cuenta, se deja una propina ( que no es obligatoria ), en especial si se estuvo un buen rato.
Sólo o en compañía, de mañana o de tarde, cualquier excusa es buena para salir a tomar un cafecito por ahí.