Leer el texto y resolver el ejercicio al final.
La modernidad aconseja, entre otras cosas, grandes centros comerciales, alta tecnología, un buen estado físico y estudios de posgrado en el exterior. Y allí en medio del oleaje son varias las cosas que van a parar a la orilla de lo antiguo. Para muestra, basta un botón y uno de los ejemplos más cercanos es el almacén de Doña Carmen que lucha por sobrevivir, remando contra la corriente.
Doña Carmen en realidad heredó el almacén que su padre, un inmigrante español de la provincia de Lugo, fundó en 1914. En la actualidad lo atienden ella y su marido Reinaldo, y al igual que años atrás, siguen peleándose con los proveedores que no entregan la mercadería, con la gente que queda “a deber” para el día siguiente y con los que pisan al gato que duerme pacíficamente al lado de los cajones de bebidas.
En este último tiempo, para evitar problemas, pusieron números para los clientes porque no faltaba alguien que discutiera por el lugar y a veces cuando Doña Carmen preguntaba “¿Quién sigue?” , varias personas respondían “¡YO!” al unísono. Así pasaba un buen rato hasta resolver la situación. Además, otra eterna cuestión es la del espacio del local. No cabe ni un alfiler más y la gente a lo mejor tiene que hacer fila en la puerta. Sobretodo los sábados alrededor de las 11:30. “¡Todo el mundo se acuerda de que tiene que comer a último momento!”, señala en voz alta Reinaldo. Por lo general lo que más se vende son los fiambres, como el jamón, quesos y bebidas. Con ciertos productos no se puede competir con los precios de los supermercados y a veces los clientes protestan, que en el Supermarket Fulanito los fideos cuestan “uno con veinte”.
El almacén del barrio es una institución. Se encuentran los vecinos que van siempre o los clientes ocasionales, se habla del tiempo, de fútbol, de los temas del día, del país. Y si alguien protesta “¡Qué barbaridad esta lluvia!”, le responden en igual tono, “¿Y qué me dice de las calles? En la esquina hay un pozo tremendo y los autos no pueden pasar.” Así es la cosa. Los vecinos son solidarios hasta para quejarse. Y por favor a no olvidarse de tener la lista preparada porque Doña Carmen a veces tiene pocas pulgas y no le gusta perder el tiempo con el negocio lleno de gente.